Miremos nuestro mundo relacional. Hay repeticiones? Los dramas se dan una y otra vez?
Qué historia nos afirmamos de nosotros mismos?
Te escuchás decir a menudo “las personas siempre me traicionan”, “me siento impotente”, “nunca voy a encontrar alguien que me quiera”, “siempre se aprovechan de mí”?
El conflicto que no sanaste, ese trauma que llevás con vos a todos lados, es el tamiz a través del cual conocés el mundo y todas las relaciones que tenés. Es el que programa la creación de tus realidades. Es el que determina de qué manera te percibís y cómo te tratás a vos mismo.
Cuando este conflicto no es sanado, nos ocurren situaciones similares que lo impulsan, que abren la herida original y estimulan respuestas emocionales, viendo peligro donde no lo hay, abandonos y rechazos que no son tales. Observar la vida con el filtro de nuestras cicatrices hace que todo nos lastime y se sienta distorsionado.
Mirá tu diálogo interno, qué cosas te decís todo el tiempo, qué cosas rumiás a tus oídos. Si siempre te estás contando la misma historia, volvés a esa herida original.
Ponele nombre a lo que te sucede, miralo y si no te representa dejalo ir. Miralo alejarse.
Es muy importante que puedas tomar consciencia de este conflicto, para integrarlo y a partir de entonces, iniciar la búsqueda de su origen.
Recordá siempre que no estamos reemplazando ningún tratamiento psicológico o médico que estés realizando.