Ser responsables de la propia vida, de las propias decisiones y elecciones, en qué decidimos creer y en qué no. En quienes están en nuestra vida, quienes entran y quienes salen. Hacernos cargo de la propia vida implica dejar de ser víctima de las circunstancias que nos rodean, dejar de buscar culpables, implica despertarse del letargo y accionar. Son elecciones. No somos responsables de intervenir en los caminos de los otros. Si nos unimos a su manera de actuar, si somos funcionales a sus deseos, terminamos enganchados con una vida que no nos nutre. Siempre estamos mirando al otro, a ver si está bien, si necesita algo, dejando de lado nuestras propias necesidades y nuestros propios deseos. Con el tiempo, nos consume la energía. Probablemente terminemos maternando a quien debería ser nuestro compañero de ruta. Es el comienzo del fin de una relación adulta. Quizá si no podemos despegarnos de esa conducta, estaría bueno preguntarse por qué necesitamos ocupar ese lugar, qué parte de nosotros resuena con esa manera de actuar.
Te invito a mirarte y tratar de comprender qué te está sucediendo. La transformación viene desde adentro. Y cuando alguien decide cambiar, todo su mundo externo cambia también.
¿Cómo tomar consciencia de lo que nos está sucediendo y sanar? Mirando nuestra propia vida, mirando al niño que hemos sido amorosamente. Iniciando el camino del autoconocimiento.
