Cada día recibo mensajes y comentarios que me piden realizar las sesiones de manera virtual.
Como terapeuta tengo el compromiso de garantizar un ambiente terapéutico adecuado. Un ambiente cuidado, donde no vamos a ser interrumpidos en ningún momento por nadie, donde no habrá ruidos que nos distraigan de lo que nos importa. El consultante no tiene que ocuparse de nada, porque lo necesario para la sesión está asegurado.
Es un tiempo de escucha y de reflexión en el cual la presencia física es fundamental. Lo que la persona necesita decir, lo que puede expresar y aquello que no puede, lo que manifiesta a través de su actitud corporal, las sonrisas, las lágrimas, los cambios en el rostro; todo eso sólo es mediante la presencia.
Hay muchas personas que trabajan en diferentes terapias de manera virtual y si esto les hace sentido, está muy bien. No es mi caso ni mi elección. Es muy importante hacernos presentes terapeuta y consultante, para que este espacio vincular se manifieste.
“El conocimiento no es más que un rumor hasta que baja al músculo”, es un viejo proverbio de los papúes de Nueva Guinea. Esto quiere decir que la información sólo se transforma en conocimiento cuando llega al cuerpo. Si no, son palabras rebotando entre nuestras sienes.
La mente cognitiva tiene una gran facilidad de viajar al futuro y al pasado; el único que siempre está acá es el cuerpo. Cuando una persona busca ayuda, ya hay una versión disponible de ella. Es decir, cuando el consultante viene con un malestar o una enfermedad, es fundamental crear un estado generativo para ver juntos las posibilidades de cambiar el mapeo con el que llegó.
Poder mirarnos, comprendernos, escucharnos, pensarnos desde otros lugares sólo es posible, a mi criterio, en la presencialidad.
Como lo hago habitualmente te recuerdo una vez más que el abordaje de la biodescodificación es complementario a la medicina y psicología tradicionales. Nunca vamos a estar reemplazando las consultas y herramientas que un profesional adecuado te indique.
