Cuando nos regalamos la posibilidad de conocer sobre la vida que vivió nuestra madre, se nos abre un universo de conocimiento para comprender su historia. Las infancias no siempre son momentos de juegos y de inocencia. A veces, son momentos de escasez de afecto, de ausencia de padres, de falta de comunicación. Muchas de nuestras mamás han perdido su niñez con responsabilidades de adultos. Muchas han sufrido violencia, necesidades, abusos. Han tenido que dejar la escuela para trabajar. Tal vez han pasado hambre o han vivido en la pobreza.
Pero lo más importante es que muchas de nuestras mamás han sufrido falta de amor. Falta de besos y de abrazos. Y así fueron creciendo, con miedos y penas. Llegaron a la vida adulta como pudieron.
Cuando se nos revelan sus historias, tendremos una mayor comprensión de cuáles fueron sus dolores, sus tristezas, sus deseos. Conoceremos sus sueños, sus ganas, sus fracasos.
A través de sus heridas, podremos sin dudas sanar las nuestras.
Comprenderemos su alma, sin juicios ni reclamos. Podremos abrazar a nuestra madre desde lo profundo de nuestro corazón. Y así agradecerle amorosa y compasivamente habernos dado la vida, y haber hecho lo mejor que pudo por nosotros, desde su propio lugar y con su propia historia.
Las constelaciones familiares son un camino transformador para la sanación de nuestra relación con nuestra madre.