Poner límites un una práctica de autocuidado. Los límites no se justifican y no hay necesidad de que los entiendan. No se negocian.
A poner límites se aprende. Al comienzo se hace difícil, ya que el niño o la niña buenos y complacientes en nosotros se aterran por dejar de ser lo que se esperaba de ellos y se manifiestan un montón de emociones que hay que aprender a sostener.
Pero se aprende.
No perdemos amigos de verdad, oportunidades o relaciones reales cuando comenzamos a priorizarnos y poner límites. Perdemos abusadores, manipuladores, narcisistas, demandantes y oportunistas.