Muchas situaciones que vivimos en nuestra vida no tienen que ver con nosotros, sino que nos han sido delegadas por nuestro propio sistema familiar. Las respuestas a algunas preguntas que a menudo nos hacemos están en ese inconsciente familiar que nos contiene.
Por qué no encuentro el amor?
Por qué no puedo progresar en la vida?
Por qué creo que repito la historia de mis padres o de algún miembro de mi familia?
Por qué no tengo un trabajo que me haga feliz?
Por qué siempre tengo deudas?
Por qué no me permito disfrutar de lo bueno que me sucede?
Por qué siento un vacío en mí?
Estos y muchos otros interrogantes tienen respuestas en nuestro sistema familiar. Somos parte de una familia, de una herencia, de un linaje, de un alma familiar. Con los que llegaron antes y nos precedieron, estamos unidos y somos parte del mismo colectivo familiar. A veces tenemos lealtades invisibles con algún miembro de la familia que nos precedió, que nos atraviesan y que vivimos como propias, pero que no lo son. Llevamos impregnadas en nuestro inconsciente emociones negativas de carencias, de penas, de sufrimientos, de sacrificios, de escasez que no nos pertenecen. Aunque las neguemos, las lealtades invisibles actúan en nuestras vidas.
Pero no todo lo que heredamos es malo. Algunos mandatos recibidos nos acomodan, nos sostienen y nos invitan a honrar a quienes ya se fueron.