El duelo es un proceso de adaptación personal frente a una pérdida; duele hasta que se pueda admitir y soportar. Es una herida a nivel emocional, a través del tiempo genera una cicatriz para que deje de sangrar.
Cuando amamos, esa energía es la libido. Al perder aquello que amamos, esa energía de amor queda liberada; vuelve de forma transitoria hacia el que padece el duelo y fortalece. Luego viajará hacia un objeto exterior.
En un comienzo, se pierde el interés en el afuera, la libido está en el yo; para luego poder depositarla nuevamente en el afuera. La mayoría de las veces aparece en el discurso la queja. El super yo (la consciencia, el deber ser) maltrata al yo, hay una máxima tensión conflictual en la que el yo quedó modificado o identificado con la pérdida. Se reconoce a sí mismo en lo que ya no está.
El duelo tiene diferentes etapas, las cuales no se dan de forma estricta en todas las personas. Dichas etapas son la negación, la ira, la negociación, la tristeza y finalmente la aceptación.
Cuando no se logra duelar, desaparece el interés en el entorno, es un duelo sin final con una sensación de no merecer vivir. Si se eterniza el duelo, la libido queda anclada en la pérdida.
Las pérdidas son momentos muy difíciles en la vida, nos dejan sin recursos y a veces la pena es tan grande, inmensamente grande, que no sabemos cómo seguir adelante. Sin dudas, sólo el amor puede salvarnos. Podemos estar en duelo cuando perdemos un amor, una persona querida, un trabajo, un amigo. Si lo vivimos como pérdida, lo duelamos. Y lleva tiempo. Los duelos se viven siempre en soledad y con tristeza.
Si tenés dudas, podés consultarme siempre.