El duelo es un proceso de adaptación personal frente a una pérdida; duele hasta que se pueda admitir y soportar. Es una herida a nivel emocional que a través del tiempo genera una cicatriz para que deje de sangrar.
Cuando amamos, esa energía puesta es la libido. Al perder aquello que amamos, esa energía de amor queda liberada; vuelve de forma transitoria hacia el que padece el duelo y fortalece. Luego viajará hacia un objeto exterior.
En un comienzo, se pierde el interés en el afuera, la libido está en el yo; para luego poder depositarla nuevamente en el afuera. La mayoría de las veces aparece en el discurso la queja. El super yo (la consciencia, el deber ser) maltrata al yo, hay una máxima tensión conflictual en la que el yo quedó modificado o identificado con la pérdida. Se reconoce a sí mismo en lo que ya no está.
El duelo tiene diferentes etapas, las cuales no se dan de forma estricta en todas las personas. Dichas etapas son la negación, la ira, la negociación, la tristeza y finalmente la aceptación.
Cuando no se logra duelar, desaparece el interés en el entorno, es un duelo sin final con una sensación de no merecer vivir. Si se eterniza el duelo, la libido queda anclada en la pérdida. Las pérdidas son momentos muy difíciles en la vida, nos dejan sin recursos y a veces la pena es tan grande, inmensamente grande, que no sabemos cómo seguir adelante. Sin dudas, sólo el amor puede salvarnos.
Es fundamental tomar consciencia de este conflicto, entenderlo, para integrarlo y a partir de entonces, iniciar la búsqueda de su origen.
Recordá siempre que el abordaje de la biodescodificación es complementario a la medicina y psicología tradicionales. Con esto me refiero a que, si logramos encontrar el origen y comenzar a sanar, seguramente podremos revertirlo más rápidamente y evitar que se vuelva a repetir; pero nunca vamos a estar reemplazando las consultas y herramientas que un profesional adecuado te indique.