La ansiedad llega muchas veces a la vida por situaciones límites, dolorosas, traumáticas. Cuando por demasiado tiempo nos sentimos en peligro, tenemos miedo, incertidumbre. Es una respuesta del cuerpo cuando no pudo liberar la tensión que experimenta. Emociones que no podemos integrar, gestionar, expresar. Nos conecta con un estado de alerta permanente. Tal vez comenzamos a sentir que perdemos el control de nuestro cuerpo. Nos cuesta respirar, tragar, digerir, tenemos taquicardia, temblamos, transpiramos. Una o varias de estas situaciones llegan y parece que no se irán tan simplemente.
Quizá te interese saber que la respiración, la deglución, la digestión, el ritmo cardíaco, así como también la temperatura, el control de esfínteres, la transpiración son reguladas por nuestro sistema autónomo. Regula la presión arterial y la frecuencia respiratoria, de manera automática y no depende de nuestra voluntad. Inerva los vasos sanguíneos, el estómago, el intestino, el hígado, los riñones, la vejiga, los genitales, los pulmones, las pupilas, el corazón y las glándulas salivales, digestivas y sudoríparas.
Hay buenas noticias. Podemos mirar lo que nos sucede, sin luchar en su contra, ponerlo en palabras, observarnos. Nuestro sistema nervioso sólo necesita que bajemos el estrés y podamos relajarnos para encontrar su equilibrio.
Recordá siempre que no estamos reemplazando ningún tratamiento psicológico o médico que estés realizando.