Nuestro niño interior necesita ser mirado, escuchado, amado y abrazado con nuestra alma entera.

Cómo reconocer las heridas que pudimos sufrir de pequeños y como se manifiestan en nuestro presente adulto?

Herida de traición: cuando el entorno familiar suele mentir reiteradas veces o realizar promesas que no se cumplen jamás. De adulto, puede suceder que ese niño necesite tener siempre el control para asegurarse la lealtad y la sinceridad de quienes lo rodean.

Herida de vergüenza: cuando se hace sentir al niño inferior a los demás, mediante burlas o comentarios hirientes. Luego, podrá ser un adulto absolutamente dependiente de otros, haciendo cualquier cosa para sentirse útil y admitido.

Herida de rechazo: cuando el niño es cuestionado por su cuerpo, sus actitudes, sus formas, sus gustos. De adulto suelen requerir aceptación constante.

Herida de abandono: implica cualquier manera de abandono. Desde dejarlo a cargo de alguien hasta faltarle en los momentos importantes o pequeños. Esa falta puede determinar un adulto que necesita mantenerse en alerta y constante vigilancia para protegerse, para no quedarse solo una vez más.

Herida de injusticia: niños castigados permanentemente o cuestionados en sus actitudes sin explicación alguna; puede generar adultos rígidos, que no pueden negociar, perfeccionistas y sumamente ordenados.

Es muy importante que podamos conectar con ese pequeño que hemos sido, para sanar esas pequeñas o grandes heridas y tener una vida plena. Tomarnos amorosamente como niños, es amarnos profundamente como adultos.

Es muy importante que puedas tomar consciencia de este conflicto, para integrarlo y a partir de entonces, iniciar la búsqueda de su origen.

Recordá siempre que no estamos reemplazando ningún tratamiento psicológico o médico  que estés realizando.

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