Una adicción es un deseo irresistible de consumir algo, con tendencia a aumentar la dosis, con dependencia psicológica y física con consecuencias terribles en la vida cotidiana.
Todas las adicciones encubren algo e impiden el acercamiento a la emoción. Puede ser una impresión de vacío existencial, falta de amor, soledad, desconexión con nuestro interior. Nuestra realidad nos hace padecer y la adicción encubre nuestro sufrimiento, de forma transitoria para luego empeorarlo.
Rescatar a través comportamientos externos, algo que perdí en mi interior. Al no suministrarnos lo que buscamos repetimos una y otra vez, convirtiendo ese consumo en abuso. Las adicciones casi siempre son conflictos conectados con mamá, ya que ella fue nuestra primera adicción y la más importante en nuestra vida. Eso a lo que somos adictos nos regresa a ese amor, valoración y amparo de mamá que tuvimos y perdimos, o que nunca llegamos a tener (la adicción suele ser más compulsiva). Toda adicción pretende impedir el contacto con la emoción que subyace al conflicto. Para resguardarnos nos crea una emoción similar que aparenta colmarnos pero que concluye dependiendo solo de la sustancia o comportamiento externo. Depende de lo que utilizamos para el consumo, es la conjunción que debemos hacer respecto a los conflictos de base.
Esa necesidad excesiva de consumir manifiesta un gran temor a percibirme tal como soy. Elijo la evasión, la inconsciencia. Desconociendo cómo amarme, no puedo pensar que la gente que me rodea me ame. Me oculto en un mundo irreal en el cual creo que nada podrá alcanzarme, nunca. Me adormezco dócilmente resistiendo mis heridas en lo profundo de mí. Me daña pero ya no lo puedo ver. Dándome la posibilidad de ser yo mismo, puedo descubrir el ser extraordinario que soy y abrirme al amor.
Es muy importante que puedas tomar consciencia de este conflicto, para integrarlo y a partir de entonces, iniciar la búsqueda de su origen.
Recordá siempre que no estamos reemplazando ningún tratamiento psicológico o médico que estés realizando.